El título de la exposición hace alusión a las fotografías. Cada fotografía cuenta una historia independiente protagonizada por una figura ensimismada. Son figuras que están en momentos clave en los que puede surgir el cambio y ellas parecen aferrarse a esa especie de monotonía cuando parece que algo está a punto de estallar.
Busco siempre espacios con memoria, que hacen referencia tanto a su memoria personal -mi infancia, mis recuerdos- como a la del espectador, que se encuentra ante espacios antiguos o semiabandonados. La galería me ofreció sus salas, el mismo espacio donde se exponen ahora esas fotos, con lo cual adquieren una dimensión documental.
En mis serigrafías trabajo siempre con la misma niña y se ve cómo va cambiando a medida que crece, sus juegos se van haciendo más complejos e incluso más duros. El modelo es una prima mía, con la que tengo un contacto muy directo, dicen incluso que se parece mucho a mí. Al principio experimenta, se asoma al agujero, la típica curiosidad infantil de qué hay detrás de la puerta, esa atracción irrefrenable por lo desconocido y cae en la trampa. Ahora la niña ha crecido, tiene unos diez años y asume otro tipo de riesgos y de narrativas e incluso juega con la muerte.
Rebeca Menéndez