The Tempest / Manuel Vilariño

20 febrero – 30 junio 2020

Mar, sueños, hielo, crepúsculos y viento, son temas esenciales en el pensamiento poético y en la vida de Manuel Vilariño.

The Tempest plantea la idea de un paisaje contemplativo, como modelo de visión y espiritualidad basada en la experiencia de la interioridad de la palabra y la imagen.

La luz de la contemplación es una luz interior, lo más íntimo de uno mismo. El paisaje es concebido por el artista como un pensamiento contemplativo en el pensamiento y sentimiento se confunden; y en el que se configuran silencios. La serenidad del silencio.

Más de una vez el fotógrafo se definió a sí mismo como «hermeneuta del silencio».

Para Vilariño, el concepto de meditación, las referencias a las poéticas del silencio, significa un retorno a algo seminal en su vida, el mar, como experiencia iniciática y mirada hacia lo abierto.

Saber contemplalar, como mirar en el abierto, con todo el alma y “hasta con el llamado corazón”, como dice María Zambrano, es un lento caminar hacia la experiencia interior.

Como apunta Conrad, en Lord Jim, «al nacer, el ser humano se precipita en un sueño, como un hombre que cae al mar».

El mar, un dios distinto, una infinitud que bajo sus aguas habita un cuerpo inmenso que engendra olas y viento. Adentrarse con el artista en ese ámbito mítico, de luz auroral o crepuscular, comporta interiorizar lo real, la soledad del bosque o del océano que es la soledad de lo creado. Desde esta perspectiva, la fotografía nos invita a un descenso en la memoria, facilita la multiplicidad de los sentidos, ante un mar que se abre a la visión.

La fotografía de Vilariño explora los límites de playas, de cabos, de los bordes del océano; de espacios intactos en una soledad infinita, sin refugio. Y sentir la llamada de la luz, un instante revelador, «la oscura luz del engendramiento» de la que habla José Ángel Valente.

Paisajes de una belleza irrenunciable, el artista habla de “una nostalgia de la belleza”, que irradian magnetismo, que evocan sueños, silencio o melancolía; incluso muerte. Estos son algunos de los hilos conductores que nos proponemos Manuel Vilariño en La tempestad.

La aurora, el silencio y los sueños como materia primordial. El espectador atrapado en un espacio – tiempo, como quien aguarda la revelación de un océano, completa la obra con su imaginación y sensaciones.

Quizás el sentir oceánico del artista al concebir este proyecto lo expresa las palabras de Schoenberg:

«Ojalá se oiga este silencio».

Un hombre que nace cae en un sueño como un hombre que cae al mar …